Es una novela breve. Realmente me impresionó.
Devoré con ansias los últimos capítulos sin poder prever el desenlace final. El
protagonista me era odioso, o mejor dicho, me fue odioso desde el primer
instante. Mientras leía la novela me vino a la memoria otro para mi también
odioso personaje literario, Fausto. Ambos emplearon sus “dotes” en satisfacer
sus primarios instintos, pero revistiéndoles de originalidad, particularidad,
refinamientos artificiales, distinción y superioridad; llegando, en el caso de Dorian
Grey, a una ambigüedad y narcisismo difíciles de superar. Por lo que leí en
el prólogo, Oscar
Wilde incorporó en esta obra algo de su propia biografía y época. También
lo hizo Goethe
en Fausto,
especialmente en el personaje de Margarithe.
Aunque el tema es algo escabroso y los tipos
humanos allí planteados nada ejemplares, creo que volveré a leer este libro, porque considero tiene un final moralizador, ya que O.W
“castiga” proporcionalmente a sus tres principales personajes, es decir,
al pintor de la obra; al cínico y corruptor lord Henry y a Dorian, quien al intentar borrar la prueba
inequívoca de su corrupta alma, sólo contribuye a que resplandezca la verdad.
No siendo el tema de mi agrado, insisto, me gustó mucho este libro. 26 de julio de 1994.
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