La lectura de estos dos Libros, Levítico y Números, me resultó algo pesada, quizás porque parte importante de ellos se destina a la prescripción de normas de carácter no sólo religioso sino morales, sociales y civiles. Así como al establecimiento de festividades, ritos, y de los tributos o diezmos a percibir. Se detallan casos concretos y lo que se deberá hacer en cada uno de ellos. En suma¡códigos y genealogías!
Me resultó chocante el hecho de que los miembros de la tribu de Levi, a la que pertenecían Moisés y sus hermanos Aaron y María, fueran privilegiados con la exclusiva de la función sacerdotal y guardianes de todo lo relacionado con Dios, a título hereditario. Privilegio sacramental que derivaría, desvirtuándose, en ventajas y beneficios para una casta o élite.
También en estos dos Libros son numerosos los relatos curiosos. Destacaré cuando Dios hace sentir su presencia al “ duro de cerviz”, calificativo este último utilizado en repetidas ocasiones por Moisés para referirse a sus congéneres israelitas. Este pasaje detalla que Moisés sube a la montaña y a partir de cierta distancia queda el pueblo aterrado, escuchando los ruidos, nubes y demás fenómenos que rodearon la manifestación de Yahveh. Y otro que narra el castigo divino dado a unos grupos familiares que fueron, literalmente, tragados por la tierra. 26 de abril de 1995.
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