Tras la lectura del “Mestizo Vargas”, de Meneses, cogí de nuevo los libros de “Cecilia Valdés”,'' Doña Berta ”
y ''La cabaña del tío Tom'',
- en especial este último - para leer sus prólogos y
conocer, en caso de que allí constase, las críticas hechas a sus
autores, pero, principalmente, saber los móviles de su inspiración, que, tal vez, estuvieron en
la cruda realidad social que los rodeaba y les impulsó a dejar constancia
escrita de su visión. Porque entre estos cuatro autores, Meneses,
Villaverde,
Clarín, y Beecher-Stowe, existe, según creo, un
denominador común: su contestación o denuncia de situaciones graves de injusticia social colectiva, consentidas
por los poderes fácticos- político, económico y religiosos- mediante leyes y
normas que dan cuerpo de legalidad y
continuidad a una situación beneficiosa, casi siempre económica, tan sólo para unos pocos. Situación, sin embargo,
que para los muchos significa degradación, indignidad y un montón de
injusticias.
En el caso específico de Doña Berta la denuncia de Clarín creo se refiere a la usura(*) personificada por un señorón del lugar , notario jubilado, que, amparado por la legalidad oficial, se aprovecha de las necesidades apremiantes de sus convecinos para quedarse con sus propiedades y bienes, por cantidades irrisorias, míseras, mediante contratos legítimos. 20 de noviembre 2001
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9 de agosto de 2014:
No era la usura, también abordada por Clarín en esta novela, sino la
inconformidad y las penas, incluso de conciencia, de una pobre mujer a la que
los suyos frustraron el ejercicio de
su maternidad, separándola, hurtándole, su hijo.
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