Se trata de un hecho real, acontecido cuando aún muchos
de los países del Cono Sur de América formaban parte del Reino de España. Hago esta precisión porque creo que muchas de las
reflexiones y de las afirmaciones sobre Cereno que hace el capitán Amasa
Delano, sólo expresan los prejuicios de Melville hacia la identidad y la
cultura hispánica (lo español y los españoles). Subjetividades del autor que
estima son encarnadas por el capitán Cereno. Una imagen, a mi modesto entender, muy sesgada porque son
los hechos, lo que cada uno hace, bien o mal, lo que debe definir a la persona,
al individuo, y no la nacionalidad, su etnia, su cultura, lengua, ideología o fortuna
material.
El suceso tuvo lugar en los mares del Pacífico Sur, en un navío mercante
cuyo destino inicial era Lima, en el que se transportaba mercancía diversa.
Entre esta última, así considerada, iba un valioso cargamento, propiedad de un
amigo del capitán Benito Cereno, de esclavos de raza negra,
compuesto por un centenar de personas, entre las que había niños. Cargamento
cuya diversidad de composición llamó mi atención, pues había africanos recién llegados
al Nuevo Mundo que sólo entendían su
propia lengua. Mientras otros, nacidos
ya en América, tenían educación escolar y hasta estaban bautizados en la Fe
Cristiana. Entre éstos también figuraba algún mestizo. (*)
El suceso y su final, con un desenlace realmente
inesperado, resulta algo inverosímil, más bien fruto de la fantasía de su
autor. Pero no fue así. En las últimas páginas de la novela se reproducen
párrafos del acta del juicio seguido por las autoridades para aclarar y
determinar las responsabilidades de Benito Cereno y los supervivientes de su
diezmada tripulación, en los hechos acontecidos. 19 de agosto de 1995.
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(*) 20.09.2014. Quiero hacer constar que entonces, 1995, el
hecho de que entre el grupo de esclavos los hubiese nacidos, criados y formados
en América, me llevó a la errada conclusión personal de pensar que “el amo”,
tal vez, hubiera podido recibir dosis proporcional de su medicina de indolencia
y crueldad hacia su prójimo. No. En aquella primera lectura no percibí aún la extraordinaria maldad y el doblez del
cabecilla, Babo, un personaje pérfido y muy astuto, que controlaba todo. Su
interés personal era el objetivo único de la empresa que estaba llevando a
cabo. Sus congéneres, incluidos los del mismo color de piel y situación de
esclavitud, no tenían significado ni valor alguno para él, salvo para ser instrumentos
suyos para alcanzar sus objetivos. Enfatizo, sus objetivos, los suyos propios y
de nadie más.
Los “ Babos” son pocos
y raros, pero – como las meigas gallegas- , “"Puede y haberlos haylos."
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Más recientemente, releí esta novela, y posteriormente comenté. Me remito, pues, a los últimos comentarios.http://silvialeyendo.blogspot.com.es/p/benito-cereno.html
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