jueves, 11 de junio de 2009

Biografía del poder, Revolución mejicana 1910-1940, de Enrique Krauze(II)



Como antes dije, establecí un orden de preferencias entre las biografías de los caudillos mejicanos tratadas en este libro:
En primer lugar, la de Zapata, de orígenes campesinos, fue hombre hondamente arraigado a la tierra, su tierra, el sur de México, zona maya. Su imagen fue la del charro mejicano, vestido de fieltro negro, polainas y gran sombrero, magnífico jinete y, al parecer, embeleso de las señoras. Sus concepciones están unidas a las tradiciones autóctonas, las indígenas, anteriores a la época colonial española. En sus reclamaciones hay siglos de reivindicaciones no satisfechas, de eternas esperanzas de justicia y equidad. No obstante, lo que más le distinguió y le hizo líder indiscutible de los suyos, sus gentes, los pobres de la tierra, fue su concepción de la propiedad o tenencia de la tierra.


No quiero olvidar comentar que el personaje histórico difiere, al menos para mí, en muchos aspectos del de la ficción de la película americana, protagonizada por un Marlon Brando joven, titulada “Viva Zapata”. El Zapata real, desde jovencito, vistió como un charro. Tampoco sus orígenes de clase eran tan humildes como los que se daban a entender en el film. Y, desde luego, sabía leer y escribir. Tuvo varias mujeres, aunque sólo una como legítima esposa. Muchos fueron los hijos legitimados e ilegítimos habidos con todas ellas. Verídica fue la subida por las escaleras montando a caballo, recogida en la película, porque era un magnífico jinete.

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