No he podido terminar la lectura de “La ciudad de la alegría”, obra de Dominique Lapierre. Me quedé en la página 273 de las 363 que tiene el libro. Algunas veces llegué a dudar de la veracidad de tanta desgracia y calamidad. ¿Como es posible que existan estas barriadas de pobres desarraigados, miles de indigentes, viviendo en total precariedad y condiciones infrahumanas?
Discrepo de las numerosas manifestaciones recogidas al final del libro, respecto a la esperanza, amor, etc. que dicen haber hallado tras su lectura. Yo he sentido angustia y rabia ante el cúmulo de injusticias. No he encontrado esperanzas; para mí los sucesos relatados, las situaciones desgraciadas que sin interrupción, de modo progresivo iban aconteciendo a los protagonistas, o sea, a esos pobres indigentes de Calcuta, concretamente los hacinados en la mal llamada Ciudad de la Alegría- un gueto asqueroso- me producían un sentimiento de rebeldía contra los dirigentes de la India y su sociedad civil al completo, que permite, conociéndolo, este estado de cosas. Y también, sin duda, contra el orden internacional.¡Qué hipocresía! ¡Cuánto hipócrita habemos! 10 de septiembre de 1994.
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