La lectura del Quijote, la inmortal obra de Miguel de Cervantes, me ha llevado dos meses justos. Empecé un 25 de abril y terminé un 26 de junio. Leyendo esta obra universal, verdadero hito de nuestra cultura, sentí, mejor dicho, calibré la suerte de que mi lengua fuese la castellana; que me permitía la lectura en el idioma original.¡Qué riqueza y belleza de expresión!¡Qué lenguaje tan fluido!
Sancho, se me hizo aún más entrañable cuando renunció como gobernador de Barataria y se reunió de nuevo con su rucio. Pasaje que se inicia en tono muy burlón, con secuencias realmente graciosas y situaciones simpáticas, para acabar con un Sancho juicioso capaz de percibir y valorar que él no es persona idónea para aquel cargo; y , también – según él dice- cuando gobernaba sus cabras tenía sus necesidades cubiertas y era mucho más feliz. ¡Qué sabiduría la de reconocer las propias limitaciones y valorar lo que tienes!
Don Quijote es único y sus cosas, sus acciones y sus reflexiones a todo lo largo de la obra, son, en su conjunto,sin distinción especial, las que te hacen amar al personaje.
En suma, la lectura del Quijote no sólo no me defraudó, sino me encantó. Vale.2 de julio de 1994.
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