Editorial Planeta, 1982. Ya conocía al autor por “La Visita”, libro que me gustó mucho porque traslucía realidad, cotidianidad...uno que soñó ser escritor y la vida o más bien el amor a los suyos le convierte en un traductor que trabaja en su casa “ a toda máquina” para sacar adelante esposa e hijos; en resumen un ser común y vulgar.
En este, “El cuarto de los espejos” la cuestión abordada es la de un maduro señor de cincuenta y cuatro años que acaba de superar una depresión. Estado morboso en el que cayó como resultado de su inconsciente frustración al verse convertido en un funcionario, eso sí de un renombrado organismo internacional con sede en Ginebra, después de estar casi toda su vida ejerciendo de escritor y traductor, promovido por los deseos de asegurar el futuro y mejorar el presente material de los suyos. El fondo es ese, no obstante , en sus reflexiones y recuerdos siempre surge su infancia, era el más pequeño de ocho hermanos, y la figura paterna, imagino que muy idealizada. El cual, como él, había sido escritor.
La obra es el relato en primera persona de los catorce días de vacaciones que nuestro protagonista , Sebastiá, se toma en un lluvioso mes de febrero y, abandonando su trabajo, familia y Ginebra, se traslada a un pueblecito, inmediato a Barcelona, donde tenía una casa, antaño espléndida finca con torre, propiedad familiar, en donde se mezclarán sus problemas actuales con los recuerdos de lugares, cosas y seres del pasado, de su pasado personal.14 de mayo de 2003
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